La noche del "Atleta de Dios"
De Vittorio Messori. (En Solidaridad)
«¿Quién es, realmente, el hombre de respiración dificultosa que está en la cama del hospital? Conozco muy bien las razones del rechazo, de la incredulidad, del agnosticismo: Esas razones (que no es lícito infravalorar porque parecen deseadas por Dios mismo, que ama revelarse en el claroscuro para salvar nuestra libertad de rechazarlo) fueron también las mías. Pero desde hace mucho tiempo, y no por mérito propio, una evidencia irrefutable ha reventado las costras de una duda que me parecía impenetrable. Por tanto, ya no vacilo: Ese octogenario que sufre entre las sábanas se encuentra en un diálogo tan misterioso como directo con Dios. Ese hombre que respira fatigosamente cumple para sus fieles hoy con el deber que le fue confiado a Simón Pedro por el Mesías resucitado en las orillas del Lago Tiberíades: «Apacienta mis ovejas». Ese hombre es la garantía de una verdad que pretende echar en cara cosas paradójicas, absurdas, para quienes pretenden quedarse en el ámbito de la razón y la modernidad.
Siempre, en cada religión, los «hombres de Dios» no son más que mediadores, anunciadores, maestros, testimonios del Eterno. Sólo en el cristianismo –es más, sólo en su versión católica- un hombre, el Papa, representa, de algún modo hace visible, al Hijo mismo de Dios que camina en la Historia.
Comprendería bien, en aquella habitación del Gemelli, por qué la Iglesia obliga a cada uno de sus sacerdotes y a cada uno de sus fieles a rezar cada día para que sepa llevar un peso humanamente intolerable. Ahora, quizá, ese peso es aliviado por Juan Pablo II: Decirlo puede parecer sorprendente, pero no lo es desde la perspectiva de la fe. Karol Wojtyla, tan viejo y enfermo, ha sido llamado a ser testigo del sufrimiento que lo hace común a su Jefe, Cristo. El Papa sobre su cruz nos remite a Jesús mismo, porque ---como ya hace--- acepta con coraje, humildad y resignación beber ese cáliz amargo que, en Getsemaní, aterró a Jesús mismo. El Pontífice que ha escrito más encíclicas y pronunciado más discursos es ahora casi incapaz de escribir y de hablar, pero pronuncia precisamente ahora su homilía más convincente: La que mana del dolor asumido cristianamente y, por tanto, transfigurado. Sobre todo esto, gratamente, reflexionaría si, en un caso impensable, velara junto a ese lecho romano.»
Completo en Solidaridad
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