La brecha
Cristina López Schlichting se pregunta en la Razón los motivos para provocar odio y enfrentamiento donde no existía
«Estábamos tan bien, ateos, agnósticos, moros y cristianos. Tan ricamente. Y ahora vienen éstos y resulta que tenemos que odiarnos. Servidora, por ejemplo, conocía a muchos luteranos alemanes, por la familia; muchos musulmanes de Oriente Medio, que conoció en los viajes; una ortodoxa amiga, de nombre Anca Noran; una judía encantadora que es Beatriz Oberlaender, y mucha gente descreída de la que hay abundancia en España.
Y no pasaba nada. Íbamos al cole, el que quería religión la estudiaba, el que no, no. Respetábamos a todos y hasta teníamos conversaciones interesantes. A nadie se le ocurría negar lo obvio, esto es, que al margen de nuestras convicciones, la Iglesia católica (como la evangélica en Alemania, o la presbiteriana en Estados Unidos) prestaba un servicio impagable de asistencia a ancianos, enfermos, madres solteras, drogadictos, enfermos de sida, indigentes, y así. Era hermoso conocer misioneros, sacerdotes, rabinos o pastores ejemplares, con una alegría distinta en la cara, la que nace de hacer cosas buenas por los otros y conocer el nombre del Misterio que hace todas las cosas. Hasta había ateos que los apoyaban con su dinero y su cooperación.» (contiúa)
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