Razones económicas para el NO.
HAGÁMOSLE UN FAVOR A ZP CON UN ‘NO’ ROTUNDO A LA CONSTITUCIÓN EUROPEA, PORQUE ESO ES LO QUE LE CONVIENE... AUNQUE ÉL CREA LO CONTRARIO
No se rían porque lo digo completamente en serio, y ahora verán por qué. Pero, antes, un inciso. Hace un par de semanas me confesé abiertamente por el “no” a la Constitución Europea. Debo decirles que luego le he estado dando muchas vueltas a aquella posición de partida y, en algún momento, me he inclinado por la abstención. Sin embargo, finalmente, he concluido que el Gobierno necesita que entre todos le ayudemos a mejorar nuestra posición negociadora en Europa y eso sólo puede venir de la mano de un “no” rotundo a este tratado, porque de eso se trata. El profesor de Derecho Constitucional de la Complutense Antonio Chávarri Aricha explica que una constitución “debe ir precedida de la formación de una asamblea constituyente votada por los ciudadanos, que sea la que redacte la constitución, siendo el texto resultante, además, sometido finalmente a referéndum para que los ciudadanos digan si están o no de acuerdo con dicho texto”. Es decir, debe estar hecha por el pueblo y votada por el pueblo.Y no es el caso. Ni hay asamblea constituyente ni el referéndum es universal. Más bien se trata de un tratado, es decir, de un “convenio internacional, firmado por dos o más países, que contiene unas determinadas normas de obligado cumplimiento para los países que lo firman, el cual puede, finalmente, ser refrendado o no por el pueblo”. El hecho, además, de que sus propios hacedores y defensores reconozcan que este texto no es perfecto y que puede ser mejorable es motivo más que suficiente para que los ciudadanos les digamos, así, sin más, “mejórenlo ustedes y cuenten con nosotros, que para eso estamos”. Pero no son éstos, ni otros, los motivos por los que creo que hay que votar “no”. Lo de menos es si se trata de un plebiscito, o si España pierde poder respecto a Niza, o si como norma se sitúa por encima de nuestra propia Constitución... Votar “sí” hará que España sea el pagano de los tejemanejes francoalemanes, y nos va a costar bien caro teniendo en cuenta la débil posición negociadora de nuestro Gobierno.En la campaña del referéndum, el Ejecutivo ha hurtado a los ciudadanos información fundamental. Sepan ustedes, por ejemplo, que la Constitución Europea va acompañada de 36 protocolos y dos anexos que el Gobierno no ha querido distribuir. Algunos tan interesantes como el Protocolo 29 sobre la Cohesión Económica, Social y Territorial, que consta de un solo artículo en cuyo punto 4 se dice, textualmente, que “los Estados miembros acuerdan que el Fondo de Cohesión aporte contribuciones financieras de la Unión a proyectos en los ámbitos del medio ambiente y de las redes transeuropeas en los Estados miembros que tengan un PNB per cápita inferior al 90% de la media de la Unión”. Un punto que deja fuera a España porque, por el efecto de la ampliación, nuestro PNB per cápita supera esa media -lo ha ratificado Eurostat-. La pérdida supone 12.600 millones de euros para nuestro país. Casi nada. Pero, al redactar el protocolo 29, ya se hizo a sabiendas de que España perdería esa cantidad de dinero que ahora nuestros amigos del norte de Europa repartirán a su gusto entre los nuevos integrantes de la Unión, fundamentalmente checos y polacos. Ese es el aprecio que nos tiene el señor Schröder.Con todo, no es esto lo peor. La aprobación o no de este tratado se va a producir cuando la Unión todavía debate sus Perspectivas Financieras y la propuesta de la Comisión para financiar la nada despreciable cantidad de 160.000 millones de euros en que se ha evaluado el coste de la ampliación. Existen tres vías para hacer frente a este desequilibrio financiero. Una es que el Gobierno de Blair renuncie al llamado cheque británico por el que su país sólo contribuye con dos terceras partes de lo que realmente le toca a los Presupuestos de la Unión. España, por ejemplo, es contribuyente neto a este cheque. Obviamente, ni Blair ni Brown están dispuestos, y ya no digamos los tories, a convertirse en el país que pague la ampliación, sobre todo si quiere que sus ciudadanos respalden el Tratado Constitucional. Una segunda opción es que franceses y alemanes aumenten su contribución, y no sólo no quieren sino que, además, pelean a muerte por lograr que la Comisión se lleve por delante el Plan de Estabilidad. Es decir, están tan mal -eso dicen- que ya no pueden pagar más. Por el contrario, París y Berlín lo que quieren es, casi, suprimir el Fondo de Cohesión de los Quince.La Comisión ha propuesto, como tercera opción, un paso intermedio en el que España pierde la nada despreciable cantidad de 40.000 millones de euros -incluidos los 12.600 que hablábamos antes-, Alemania 45.000 millones y Francia 42.000. Es decir, estos tres países aportarían más de las tres cuartas partes del coste de la ampliación si se aprueba esta propuesta y nosotros contribuiríamos casi lo mismo que Alemania teniendo la mitad de población. Para que lo entiendan, 450 euros por hogar español al año, y así, durante siete años. Una pasta. Pero lo grave es que ni París ni Berlín están de acuerdo, sino que ellos proponen la reducción del presupuesto de la UE del 1,24% al 1% de la Renta Nacional Bruta de la Unión a costa de la cohesión de los Quince. De ser así, esto implicaría para España una pérdida de fondos de cohesión que rondaría los 80.000 millones de euros. Traducido al román paladino, sólo España costearía la mitad de la ampliación de la UE a veinticinco miembros, mientras que franceses y alemanes aportarían unos 20.000 millones por cada país. Vamos, que a los españoles nos tocaría pagar los intereses y los excesos del resto de Europa. ¿Tiene esto algo que ver con la Constitución y el resultado del referéndum? Todo. Zetapé apoyó en su día la propuesta francoalemana de reducir al 1% el presupuesto, a pesar de que los técnicos se echaron las manos a la cabeza, lo que le hizo matizar sus declaraciones. Un “sí” a la Constitución le haría perder a España toda su capacidad negociadora, entre otras cosas porque, además de hacernos perder peso en las decisiones de la UE, la Constitución consagra el fin del derecho de veto y bendice las decisiones por mayoría. Y ya conocemos las adhesiones inquebrantables que levanta España entre los socios europeos, sobre todo entre los del Norte y Este de la Unión. Por eso, sólo un “no” rotundo en el referéndum le obligaría a Zetapé a mantener una posición de dureza ante el eje París-Berlín, a decirles a Chirac y a Schröder que “mis ciudadanos me exigen otras compensaciones para mi país si queréis aprobar esta Constitución”. Lo contrario supondrá, no lo duden, que a España le toque bailar con la más fea. En este caso, ella misma.
Federico Quevedo
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