Estaba pensando sobre los momentos que le están tocando vivir al Papa y sólo me sale una palabra que le diría al oido: Gracias.

Gracias por todo. (Reproduzco un artículo de este blog escrito recientemente)

Todos conocemos y admiramos a venerables ancianos que los vemos moverse cansados y desgastados después de una larga vida luchando por sacar adelante a su familia. Pues este Papa es uno de ellos. A estas alturas el Papa está completamente desgastado. Desgastado de vivir una vida de las que merece la pena ser vivida. Una vida cuajada de santidad y granada de frutos apostólicos. Desgastado de trabajar y de luchar por sus hijos: esa gran familia que formamos los católicos. Desgastado de impartir doctrina, dar la cara, de viajar y de clamar a los cuatro vientos el famoso "no tengáis miedo". En fin, una vida fértil, de las que dejan huella.

Y todo eso es muy de agradecer.

Leo también en la prensa:

1.- Carlos Herrera en ABC:

« La senectud del silencio se ha echado como un manto sobre un hombre solo. Ese absoluto enrejado del día que deja ver el claroscuro vaticano habla de un ser humano único e incomparable que está sentado a la vera de sí mismo viendo venir su muerte. Juan Pablo asomado a la ventana, asomado al dolor. Y las voces. Dicen que si la crueldad. No es el único anciano que sufre: esas manos de lamento intentando llevarse a la cara la impotencia de la voz apagada son las mismas manos de millones de ellos que andan transitando por crepúsculos con cicatrices. No; no tendría por qué ser más confortable la última llama de Juan Pablo apartado éste de sus aposentos espirituales. Entiendo la fortaleza digna de un hombre que no quiere evitar la fotografía de su martirio y que quiere decirle al mundo que él está donde tiene que estar. La Iglesia no tropezará por unos cuantos días, meses, gobernándose al ralentí: después de dos mil años en los que se sucedieron tantos sobresaltos, la sede de San Pedro podrá aguantar los días y las noches de un Papa que habla con los gestos» . (continúa)