¿Callamos a la Iglesia?
Cuenta Juan Alberto Belloch, alcalde socialista de Zaragoza, esta mañana en su columna de la Razón
"La Iglesia, amén de la usual utilización de sus púlpitos como altavoces, acude en esta ocasión a otros métodos más desharrapados como la recogida de firmas o la distribución de panfletos que, si bien son de rigor en otras organizaciones civiles de menor ringorrango, no dejan de resultan pintorescas en manos de los curas que por cierto, cuentan a diferencia de otros colectivos con una poderosa cadena de radio, la impía Cope, para completar su labor de manso apostolado.
Sería interesante entender qué pretende la Conferencia Episcopal con su beligerante conducta, ya que por más ingenuos que seamos, hemos de desechar la tesis de que pretende frenar las reformas legislativas ya asumidas por el Gobierno. Hay suficiente inteligencia crítica acumulada en el seno de la Conferencia Episcopal para conocer que ningún Gobierno democrático del mundo puede aceptar las presiones extraparlamentarias de grupo alguno por importante que éste sea, sobre todo cuando se explicitan públicamente pues hacerlo sería tanto como cuestionar el principio de su legítima autoridad. Y ello es tan obvio que cuando se pretende torcer o limitar el impulso gubernamental, la primera y elemental regla de oro es hacerlo privada y confidencialmente. Sólo la discreción acompañada de una fuerza real que no se note puede, en ocasiones, lograr tal propósito. Un grupo que pretenda conservar su potencial capacidad de influencia raramente considera inteligente confrontar pública y agresivamente con el Gobierno de turno pues sabe que a la larga el placer de desahogo se paga en nada cómodos plazos y en términos de pérdida de poder efectivo". (continúa)
Y parece como si el editorial de ABC hubiera decidido replicarle:
"Es obvio que los católicos tienen los mismos derechos constitucionales que el resto de los ciudadanos a la hora de expresar libremente su opinión. Es evidente también que los obispos pueden y deben practicar en voz alta el magisterio que les corresponde. La Iglesia Católica aparece mencionada de forma expresa por la Constitución vigente. El artículo 16 exige que los poderes públicos mantengan relaciones de cooperación con ella y con las demás confesiones. No se trata sólo de que nuestra sociedad haya sido históricamente configurada por los valores y principios cristianos. Se trata también de una realidad sociológica y cultural que concierne a la familia, a la educación y a la vida cotidiana de los ciudadanos; todo ello no debe ser desconocido desde la Administración Pública en nombre de un laicismo trasnochado. En efecto, cumplidos veinticinco años de afortunada experiencia constitucional, no es el momento de volver sobre cuestiones ya superadas por una sociedad madura y ajena a dogmatismos arcaicos. Bien está que el Gobierno busque la cooperación con otras confesiones, como se desprende del anuncio que acaba de realizar respecto de las clases de religión islámica; todo ello, por cierto, después de varios pasos atrás y adelante, como viene siendo costumbre. Pero es inadmisible el contraste entre una actitud tan solícita hacia las minorías y la búsqueda permanente de problemas con la religión mayoritaria".(continúa)
¿quién les convence más?
"La Iglesia, amén de la usual utilización de sus púlpitos como altavoces, acude en esta ocasión a otros métodos más desharrapados como la recogida de firmas o la distribución de panfletos que, si bien son de rigor en otras organizaciones civiles de menor ringorrango, no dejan de resultan pintorescas en manos de los curas que por cierto, cuentan a diferencia de otros colectivos con una poderosa cadena de radio, la impía Cope, para completar su labor de manso apostolado.
Sería interesante entender qué pretende la Conferencia Episcopal con su beligerante conducta, ya que por más ingenuos que seamos, hemos de desechar la tesis de que pretende frenar las reformas legislativas ya asumidas por el Gobierno. Hay suficiente inteligencia crítica acumulada en el seno de la Conferencia Episcopal para conocer que ningún Gobierno democrático del mundo puede aceptar las presiones extraparlamentarias de grupo alguno por importante que éste sea, sobre todo cuando se explicitan públicamente pues hacerlo sería tanto como cuestionar el principio de su legítima autoridad. Y ello es tan obvio que cuando se pretende torcer o limitar el impulso gubernamental, la primera y elemental regla de oro es hacerlo privada y confidencialmente. Sólo la discreción acompañada de una fuerza real que no se note puede, en ocasiones, lograr tal propósito. Un grupo que pretenda conservar su potencial capacidad de influencia raramente considera inteligente confrontar pública y agresivamente con el Gobierno de turno pues sabe que a la larga el placer de desahogo se paga en nada cómodos plazos y en términos de pérdida de poder efectivo". (continúa)
Y parece como si el editorial de ABC hubiera decidido replicarle:
"Es obvio que los católicos tienen los mismos derechos constitucionales que el resto de los ciudadanos a la hora de expresar libremente su opinión. Es evidente también que los obispos pueden y deben practicar en voz alta el magisterio que les corresponde. La Iglesia Católica aparece mencionada de forma expresa por la Constitución vigente. El artículo 16 exige que los poderes públicos mantengan relaciones de cooperación con ella y con las demás confesiones. No se trata sólo de que nuestra sociedad haya sido históricamente configurada por los valores y principios cristianos. Se trata también de una realidad sociológica y cultural que concierne a la familia, a la educación y a la vida cotidiana de los ciudadanos; todo ello no debe ser desconocido desde la Administración Pública en nombre de un laicismo trasnochado. En efecto, cumplidos veinticinco años de afortunada experiencia constitucional, no es el momento de volver sobre cuestiones ya superadas por una sociedad madura y ajena a dogmatismos arcaicos. Bien está que el Gobierno busque la cooperación con otras confesiones, como se desprende del anuncio que acaba de realizar respecto de las clases de religión islámica; todo ello, por cierto, después de varios pasos atrás y adelante, como viene siendo costumbre. Pero es inadmisible el contraste entre una actitud tan solícita hacia las minorías y la búsqueda permanente de problemas con la religión mayoritaria".(continúa)
¿quién les convence más?
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