Las revoluciones francesa y americana
Son muy interesantes estas reflexiones que realiza Fernando Díaz Villanueva en libertaddigial, sobre las revoluciones francesa y americana:
Esto no es más que un resumen. Lee el artículo completo en libertaddigital.
«En los recién nacidos Estados Unidos no se desafió ni al derecho natural ni, naturalmente, a la tradición. Paul Johnson asegura que la principal diferencia entre las revoluciones francesa y americana es el carácter religioso de la primera y el sesgo anticristiano de la segunda. En las colonias emancipadas el individuo se convirtió en el centro del quehacer político mientras que en Francia el nuevo Estado se arrogó la exclusiva de la moral y hasta de la vida íntima de sus sufridos súbditos.
Mientras que la primera enmienda de la Constitución norteamericana, ratificada en 1791, garantizaba la libertad de culto y negaba la posibilidad de que la Unión se dotase de una confesión oficial, en el reino del terror de Robespierre y sus sans culottes el Estado invadió todas las esferas de la vida privada. Se impuso el uso del "tu" y se procuró erradicar el lenguaje formal por considerarlo las autoridades contrarrevolucionario. Los dialectos regionales fueron perseguidos y se promovió el uso exclusivo del francés como lengua de la revolución. El culto católico llegó incluso a ser abolido y reemplazado por una nueva deidad, la diosa razón, a la que se le llegó a dedicar la catedral de Notre Dame en una ceremonia grotesca, digna de un carnaval, en la que la divinidad era representada por una prostituta. Los desvaríos de los revolucionarios llegaron a todos los rincones, incluido el de la medición del tiempo. Robespierre inauguró una cronología revolucionaria destinada a regular la vida de todos los franceses. Los meses fueron rebautizados y la semana dejó de tener siete días. Todas las festividades tradicionales fueron eliminadas en el nuevo calendario. A cambio, los miembros de la Convención, establecieron cinco fiestas ideológicas. Y todo por evitar una supuesta contraofensiva revolucionaria y construir una sociedad que presumían perfecta.
Los asesinatos políticos, la ruina económica y los extravíos en materia moral y social de los jacobinos condujeron a su irremediable final. La revolución volvió a transformarse en Saturno y tanto Robespierre como Marat fueron devorados por el monstruo que ellos mismos habían creado. En Norteamérica, sin embargo, los paladines de la rebelión contra los ingleses pasaron a formar parte del panteón político de la patria y hoy son justamente reconocidos como los Founding Fathers o Padres Fundadores. George Washington, símbolo vivo de la liberación, una vez conseguida la victoria, se retiró a su casa hasta que fue reclamado por el Congreso para presentarse a las primeras elecciones.
El resultado final de la Revolución francesa fue que, tras años de caos y luchas por el poder, un militar, Napoleón Bonaparte, se hiciese con el control del país y lo transformase en un imperio de talante tanto o más absoluto que la monarquía borbónica. Habría de pasar casi una centuria para que en Francia se consolidase el sistema republicano de corte liberal, inspirado en la democracia representativa, el respeto a la ley, la libre empresa y el gobierno limitado. Para entonces, para finales del siglo XIX, los Estados Unidos habían emprendido ya el camino que los llevaría a situarse como potencia hegemónica tras la primera guerra mundial. Hacia 1870, cuando París se despertaba de la traumática experiencia liberticida de la Comuna, Estados Unidos se extendía imparable hacia el oeste basándose en las misma ideas que profesaban sus fundadores, es decir, libertad, imperio de la ley y soberanía del individuo. La revolución francesa o, mejor dicho, las experiencias revolucionarias inspiradas en la Convención republicana, han cambiado el mundo ciertamente, pero para peor. La revolución americana y sus epígonos han contribuido, en cambio, a hacer de los países donde se han aplicado sus recetas, lugares más pacíficos, más prósperos y, sobre todo, más libres. »
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